Muy buenas, ¿Se puede?. No, no voy a decirte que me detengas. Quiero contarte que llevo ya poco menos de un año esperando este momento. Son muchas las veces que vengo a asomarme a tu reja, pero cada día es distinto. Ahora ha sido especial, se cumple una vez más el rito.
Sabes que son especiales todas las manos que en postura como la tuya sobre el hierro se dejan caer, lo mismo en Septiembre que en el frío mes de Noviembre. Pero sabes que ahora es concreto. ¿No es verdad que gracias a ti, en estos momentos llega la primavera?. Ya huele a incienso, y pronto se verá explotar el azahar. Siento que los claveles se abren ante el paso de los rayos de sol escogiendo quienes serán los elegidos. Haces de la vida primavera, allá donde hagas estar a esa, tu dichosa sonrisa mañanera, la misma con la que enamora las miradas de todos aquel que algún día sonriese o llorara ante tu imagen de hombre, de pescador de almas, de sanador de penas. Hoy vengo dichoso ante ti, más de lo que cualquiera pueda creer. Y tú lo sabes. Ya no voy a tener que soñar más para verte, sé que es el momento de dejar atrás los tiempos de espera y hacer un romance de la nueva gracia que ahora nos regalas. Ya no voy a tener que soñar más para saber que vas a llegar porque ya has llegado, y has traído contigo esperanza e ilusión de un año de cielos nublados. Traes contigo la espada que atraviese el frío ser, de todos aquellos que han congelado su vista y no recuerdan quién eres, donde estás, qué representas. Traes la ilusión y la gracia necesaria para convertir en vida lo que supuestamente solo es madera. Y traes, para regocijo de la espera, que aunque quede lejos el momento de recordar que solo “quedan siete días para verte durante otros siete más”, con estos cuarenta días me haces feliz.