Hoy no quiero hablarles de un grupo de personas. No quiero alabar acciones ni ensalzar las prodigiosas manos que hacen reír, y saben secar lágrimas cuando hay que llorar.
No quiero que se lean estas líneas como un reconocimiento al trabajo desinteresado, ni como un galardón, un toque de atención ni el más mínimo ápice de semblanza.
Hoy quiero pensar en esos ojos que nos ven, y en esas manos, que aunque clavadas, se mueven en 365 días más de lo que nosotros creemos, más de lo que nosotros hacemos.