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A partir de ahora, este blog se convierte en mi particular archivo digital en el que tener todos mis artículos de opinión, entrevistas, reportajes... Un lugar en el que ser protagonista de mi literatura, que queda para mí, y abierta a quien se quiera acercar hasta aquí. Críticas; @IsmaelRuizP

jueves, 3 de febrero de 2011

Publicado en Arte Sacro

01/02/2011

http://www.artesacro.org/Noticia.asp?idreg=65623

Era solo el segundo decenio del siglo, pero allí estaba ella, sentada en la vieja butaca junto a la ventana. Desde ese ligar ("El lugar") veía el tiempo pasar; las sonrisas y voces de los niños, las prisas de los adultos, el lento caminar de los mayores...
Pero, sabía que todo era distinto. Las hojas de los árboles, las mismas que allá por todos los Santos habían caído a los suelos, ahora volvían a nacer. La rojiza plaza a la que daba su casa, comenzaba a ser bañada por el sol... el mismo sol que en ocasiones, sabía que salía desde dentro del gran Templo que allí se encontraba.

El tiempo seguía pasando, y la anciana, con cada día de mas que recorría su cuerpo, le costaba mas y mas el poder caminar y llegar su ventana. La enfermedad castigó todo su cuerpo, y los médicos no daban muchas posibilidades para su recuperación; básicamente, todo estaba perdido.

Era una fría noche, cuando toda la familia alarmada, se encontraba en la vieja habitación, presagiando un triste final. La vieja narradora de cuentos cerraba sus ojos por unos instantes, sumiéndose en uno de los más bellos de los sueños. Un hombre, con una Cruz al hombro y vestido de morado salía de la basílica. Entre flashes y el más respetuoso de los silencios, imponente, majestuoso, caminaba entre el gentío. Repartía consuelo, paz, esperanza... Y de repente, pasaba ante su ventana, la miraba, y le decía algo así como: "Aún no es tu hora, quiero seguir teniéndote cerca, pero no en el cielo, sino en la Tierra. Quédate aquí mujer, quédate a mi vera, y no tengas bajo mis manos miedo, vive en Esperanza".
La anciana, sobresaltada despertó, observando el miedo de sus familiares que ya creían haberla perdido. Y en ese momento, pidió un calendario. Ahora lo comprendía todo. El vecino mas antiguo de la plaza, le había devuelto las diarias visitas, que hasta que las piernas le permitieron, le hacía. El Señor de San Lorenzo había acudido hasta su casa, para enseñarle, que solamente si sus palabras podía entender, sería derramada por su Gran Poder.
Quedaban 74 días para el Domingo de Ramos.

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